– Los Espíritus buenos hacen todo el bien posible y son felices con todas vuestras alegrías. Se afligen con vuestros males cuando no los soportáis con resignación; porque entonces no os producen resultado, pues venís a ser como el enfermo que rechaza la medicina amarga que debe curarlo.
– Vuestro egoísmo y vuestra dureza de corazón, pues de ahí deriva todo. Se ríen de todos esos males imaginarios que nacen del orgullo y de la ambición, y se regocijan por los que han de abreviar vuestro período de prueba.
Los Espíritus que ven en las aflicciones de la vida un medio de progreso para nosotros, las consideran como la crisis momentánea que ha de salvar al enfermo. Compadecen nuestros sufrimientos, como nos compadecemos con los de un amigo. Pero, viendo las cosas desde un punto de vista más justo, las aprecian de otro modo que el nuestro, y mientras los buenos levantan nuestro ánimo en interés de nuestro futuro, los otros, para comprometerlo, nos excitan a la desesperación.
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