“El
Espiritismo en su más simple expresión”. Allan Kardec (extracto)
Resumen
de la enseñanza de los Espíritus.
1. Dios es la inteligencia
suprema, causa primera de todas las cosas. Dios es eterno, único, inmaterial,
inmutable, todopoderoso, soberanamente justo y bueno. Debe ser infinito en
todas sus perfecciones, porque si supusiésemos imperfecto uno solo de sus
atributos, no sería ya Dios.
2. Dios creó la materia que
constituye los mundos; creó también
seres inteligentes que llamamos Espíritus, encargados de administrar los
mundos materiales según las leyes inmutables de la creación y que son
perfectibles por su naturaleza. Al perfeccionarse se van aproximando a la
Divinidad.
3. El espíritu, propiamente dicho, es el principio inteligente;
desconocemos su naturaleza; para nosotros, él es inmaterial, porque no tiene
ninguna analogía con lo que llamamos materia.
4. Los Espíritus son seres individuales, tienen un envoltorio etéreo,
imponderable llamado periespíritu,
especie de cuerpo fluídico de tipo de la forma humana. Ellos pueblan los
espacios que recorren con la rapidez del relámpago, y constituyen el mundo
invisible.
5. El origen y la forma de
creación de los Espíritus nos son desconocidos; sólo sabemos que fueron creados
simples e ignorantes, quiere decir, sin ciencia y sin conocimiento del bien y
del mal, pero, con igual aptitud para todo, porque Dios en su justicia, no
podía eximir a unos del trabajo que hubiese impuesto a los otros para llegar a
la perfección. En el principio, están en una especie de infancia, sin voluntad
propia y sin conciencia perfecta de su existencia.
6. El libre albedrío se desarrolla en los Espíritus al mismo tiempo que
las ideas, y Dios les dice: "Todos podéis aspirar a la felicidad suprema,
cuando hayáis adquirido los conocimientos que os faltan y cumplida la tarea que
os impongo. Trabajad, pues, para vuestro adelanto; he ahí el objetivo: lo
alcanzaréis obedeciendo a las leyes que he grabado en vuestra conciencia."
A consecuencia de su libre albedrío, unos toman el camino más corto, que es el
del bien, otros el más largo que es el del mal.
7. Dios no creó el mal;
estableció leyes y esas leyes son siempre buenas, porque Él es soberanamente
bueno; aquél que las observara fielmente sería perfectamente feliz; pero los
Espíritus, teniendo su libre albedrío no siempre las observaban y el mal
resultó para ellos de su desobediencia. Pues se puede afirmar entonces, que el
bien es todo lo que está conforme con la ley de Dios y el mal todo lo que es
contrario a esa misma ley.
8. Para concurrir, como
agentes del poder divino, a la obra de los mundos materiales, los Espíritus se revisten temporalmente de
un cuerpo materia (encarnación). Mediante el trabajo
que su existencia corpórea requiere, perfeccionan su inteligencia y adquieren,
dentro de la observancia de la ley de Dios, los méritos que deberán conducirlos
a la felicidad eterna.
9. En el principio, la encarnación no es impuesta al
Espíritu como castigo; es necesaria a su desarrollo y al cumplimiento de las obras de
Dios, y todos deben soportarlas, tomen el camino del bien o del mal; sólo
aquellos que siguen la ruta del bien avanzan más rápido, tardando menos en
alcanzar el objetivo y llegan a él en condiciones menos penosas.
10. Los Espíritus encarnados constituyen la Humanidad, que no está
circunscrita a la Tierra, sino que puebla todos los mundos diseminados en el
espacio.
11. El alma del hombre es un Espíritu encarnado. Para secundarlo en el cumplimiento
de su tarea, Dios les dio, como auxiliares, a los animales que le son sumisos y
cuya inteligencia y carácter son proporcionales a sus necesidades.
12. El perfeccionamiento
del Espíritu es fruto de su propio esfuerzo; no pudiendo, en una sola
existencia corpórea, adquirir todas las cualidades morales e intelectuales que deben
conducirlo al objetivo, él lo alcanza por una sucesión de existencias, en cada
una de las cuales da algunos pasos adelante en el camino del progreso.
14. Cuando una existencia
fue mal empleada y sin provecho para el Espíritu, debe recomenzarla en
condiciones más o menos penosas, debido a su negligencia y su mala voluntad;
del mismo modo, en la vida, se puede ser constreñido a hacer al día siguiente,
lo que no se hizo en la víspera o a rehacer lo que se hizo mal.
15.
La vida espiritual es la vida normal del Espíritu y es eterna; la vida corpórea
es transitoria y pasajera: no es sino un instante en la eternidad.
21. Los Espíritus, al
encarnarse, tienen consigo lo que adquirieron en sus existencias anteriores;
esta es la razón por la cual los hombres muestran, instintivamente, aptitudes especiales,
inclinaciones buenas o malas que parecen innatas en ellos. Las malas tendencias
naturales son restos de las imperfecciones del Espíritu y de las cuales no está
enteramente despojado; son también los indicios de las faltas que cometió y el
verdadero pecado original. En cada existencia se debe limpiar de algunas
impurezas.
27. En las sucesivas
encarnaciones, el Espíritu se va despojando poco a poco de sus impurezas y
perfeccionándose por el trabajo, llegado así al fin de sus existencias
corpóreas; pertenece, entonces, a la orden de los Espíritus puros o de los
ángeles y goza, al mismo tiempo de la vida completa de Dios y de una felicidad
sin mácula por la eternidad.
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